Introducción
Desde que en 1564 comenzó la ocupación de Filipinas, y hacia 1572, cuando iniciaron los viajes de los galeones de Manila, la corona hispana consideró que las navegaciones transpacíficas eran de su exclusividad por ser la única con asentamientos en ambos extremos de ese océano. No obstante, otras monarquías europeas no respetaron ese parecer y en distintos momentos llevaron a cabo incursiones en él, en especial como parte de los enfrentamientos bélicos que se mantuvieron con España.1 Sin embargo, tras la ocupación de Jamaica por parte de los ingleses (1655-1670) las incursiones de estos por el Pacífico tomaron un nuevo giro. Además de que esta isla les sirvió de plataforma para incrementar sus ataques en el Caribe, también les permitió multiplicar sus campamentos de cortadores de palo de tinte en Centroamérica e incluso los llevó a planear formas de extender sus actividades al Mar del Sur.2 En este proceso la cartografía náutica inglesa jugó un papel principal pues sufrió adecuaciones a la par de las nuevas travesías que se organizaban y paulatinamente modificó los registró con los que se contaba de las regiones transitadas, además de que intentó dar respuestas o atender a las necesidades que se presentaban a esos viajes.
Aunque en principio los mapas usados en esas expediciones eran de manufactura holandesa (los cuales, a su vez, retomaron muchos elementos de las cartografías portuguesa y castellana), la diversificación de los contactos marítimos ingleses los llevó a elaborar nuevos mapas donde se incluyeron los registros e informes que aportaban sus propios navegantes, lo cual permitió desarrollar una cartografía más independiente a la neerlandesa, como se verá más adelante. Esa labor la realizaron sobre todo cartógrafos concentrados en la Thames School, quienes llegaron a elaborar tanto mapas individuales como trabajos compilatorios que mostraban diversas partes del mundo o bien regiones específicas (Suarez, 2004: 87-109; Buisseret, 2003: 118-123; Maeer, 2006: 6-10). Ejemplos de dicho proceso fueron el diario de Basil Ringrose y el atlas de William Hack. Sus trabajos representaron al Pacífico americano basándose en las nuevas informaciones que aportó un libro de mapas español capturado a una embarcación peruana en las costas de Guayaquil (1681), además de las propias anotaciones que sobre ellos hizo Ringrose y a las que pronto se integraron las de otros navegantes.3
El objetivo de este artículo es comprender el contexto en el que fueron elaborados tanto el diario de Ringrose como el atlas de Hack, y percibir su relevancia como instrumentos sintéticos de la información geográfica que se obtenía de un espacio marítimo en construcción, en este caso el Pacífico, para los proyectos navales ingleses, así como la forma en la que los autores compartieron dichas informaciones, y la manera en la que sus trabajos tuvieron fines propagandísticos para mostrar el creciente avance inglés por esa zona. En especial se presta atención a las representaciones que se hicieron de las costas novohispanas por ser estas menos conocidas por los ingleses y por requerirse mejores descripciones de ellas, específicamente porque ahí interesaba llevar a cabo tanto la captura de los galeones de Manila como la ubicación de lugares donde hacer escala y conseguir bastimentos o pertrechos. En este proceso, la información que aportaron los mapas peruanos sobre dichas costas fue de gran utilidad y por ello pronto fue asimilada y reproducida en la cartografía inglesa, y ese proceso de circulación de la información se aprecia en los trabajos de Ringrose y Hack.
Comprender la importancia de dichos trabajos como síntesis de información geográfica e instrumento propagandístico de las navegaciones inglesas, obliga a considerar que los atlas no son meras compilaciones de mapas, sino obras estructuradas de acuerdo con un esquema geográfico y un propósito definido por parte de sus compiladores; el orden en el que se estructuran los mapas representa una narrativa de los territorios expuestos; es decir, que cuentan una historia o explican un argumento basado en ideas geográficas formulada por sus autores o editores (Akerman, 2012: 3-4).4 Lo anterior lleva a considerar que con el diario de Ringrose y el atlas de Hack se buscó incluir al Pacífico americano en los discursos basados en materiales cartográficos que se elaboraban en torno a las navegaciones inglesas, y esto paulatinamente se hizo con una narrativa propia y novedosa, independiente de la neerlandesa, pues su información y la estructura de los trabajos se basó en las experiencias y registros de las navegaciones interamericanas, así como de las anotaciones que sobre ellas hizo Ringrose.5 Comprender lo anterior obliga tanto a conocer el contexto en el que los ingleses consiguieron los mapas peruanos como la forma e intencionalidades que llevaron a su asimilación, interpretación y reproducción.
Un libro de mapas peruano en los proyectos cartográficos y navales ingleses
Desde el siglo XVI los cronistas españoles comenzaron a ser leídos por los ingleses y pronto se despertó el interés de participar en las avanzadas hacia el Nuevo Mundo, en especial porque no se aceptó el reparto que sobre este habían llevado a cabo las monarquías Ibéricas. En el marco del ascenso de Isabel I, como reina de Inglaterra, los ingleses iniciaron sus ataques sobre el Caribe e, incluso, como hacían navegantes de otras monarquías, comenzaron a asentarse en las Antillas menores y con ello hicieron su presencia más regular.6 Hacia el siglo XVII, durante la administración de Oliver Cromwell, se planeó desarticular el comercio de España con sus colonias americanas, por lo que en 1655 se ordenó la captura de Santo Domingo; no obstante, la defensa del lugar hizo que los ingleses se retiraran y tomaran rumbo a una plaza menos protegida, lo cual dio lugar a la conquista de Jamaica. Tras este hecho, la presencia inglesa se volvió permanente en el Caribe y se incrementaron sus actividades de saqueo y contrabando en la zona, además de extender sus campamentos de corte de palo de tinte por Centroamérica. Los ataques incluso se dirigieron al Mar del Sur, como se vio cuando las huestes de Henry Morgan lograron capturar Portobelo (1670) y Panamá (1671), y desde esta última plaza llevaron a cabo diversas navegaciones de saqueo (Jarmy de Chapa, 1983: 229-238; Lynch, 1989: 637-638). La imposibilidad de frenar esos avances llevaron a España, desde 1670, a negociar la “Paz de Madrid” con Inglaterra y, con ello, a aceptar que Jamaica sería posesión inglesa a cambio de que se redujeran los contrabandos y pillajes sobre las posesiones hispánicas (Jarmy de Chapa, 1983: 130-134 Haring, 2003: 266; Lynch, 1989: 252-253). Sin embargo, además de que los ataques en el Caribe no se redujeron, los botines obtenidos a lo largo del Pacífico mantuvieron el interés de los ingleses por continuar sus correrías por este océano, y desde 1680 se organizaron nuevas incursiones.
Jamaica fue el punto de inicio de algunas de esas travesías, las cuales se dirigieron al Mar del Sur tanto por Centroamérica como por Tierra de Fuego. Una de ellas, en 1680, cruzó el istmo del Darién y en las costas del Pacífico sus hombres lograron capturar cinco embarcaciones. La mayor de ellas era Nuestra Señora de la Trinidad (400 toneladas), la cual pronto fue rebautizada como Trinity y usada como nave insignia. Esta embarcación, y la dirección de la expedición, fue encargada al comandante Richard Sawkins, mientras que las otras naves fueron capitaneadas por John Coxon, Peter Harris, Edmund Cook y Bartholomew Sharp (Gerhard, 2003: 147-153). Esta armadilla llevó a cabo diversos saqueos en las costas centroamericanas, pero al intentar atacar Puebla Nueva (Panamá) fueron rechazados por las poblaciones locales y en la trifulca murió Sawkins. Tras este episodio las huestes inglesas se reestructuraron; algunos decidieron regresar al Atlántico por el istmo, otros continuaron hacia el noroeste americano y un tercer grupo prefirió aventurarse por el Cabo de Hornos. Este último fue comandado por Bartholomew Sharp y Edmund Cook y sus hombres acordaron dirigirse a las costas de Perú y Chile en busca de metales preciosos, pero previamente pasaron por Guayaquil y ahí apresaron al navío peruano Nuestra Señora de Rosario (1681). Esta captura les significó un importante beneficio pues en dicha nave iba un libro de mapas españoles en el que se representaban las costas americanas desde la California hasta la Patagonia (Howse y Thrower, 1992: 2-27; Pinzón: 2015: 105-112). Este evento y su relevancia fue referido por un miembro de la expedición llamado Basil Ringrose:
In this ship the Rosario we took also a great Book full of Sea-Charts and Maps, containing a very accurate and exact description of all the Ports, Soundings, Creeks, Rivers, Capes, and Coast belonging to the South Sea, and all the Navigations usually performed by Spaniards in that Ocean (tomado de Howse y Thrower, 1992: 22 [Ringrose, 1682]).
No es probable que el botín obtenido por los ingleses se tratase de un libro pues hay que recordar que las políticas de secretismo de la monarquía hispana se dirigían a guardar con gran celo los registros de las colonias de ultramar, por lo que estos poco se publicaban.7 Es más probable que se tratara de una compilación de mapas manuscritos, elaborados por navegantes residentes en Perú, en los que se describían las costas americanas. Estos materiales no eran excepcionales, pues hay evidencias de la existencia de otros similares que han sido definidos como derroteros por dar estos detalles de perfiles costeros con los que era posible identificar las costas desde altamar y recorrerlas con cierta seguridad esquivando escollos o bien ubicando lugares donde fuera posible hacer escala o conseguir abastos.8 El hecho de que estos materiales fuesen peruanos se debe a que desde ese virreinato se organizaban múltiples contactos marítimos que, legal e ilegalmente, se extendieron hasta Nueva España y eso permitió a sus navegantes elaborar mapas donde se representaban las costas desde la California hasta la Patagonia.9 Así que la captura de los mapas peruanos en realidad representó, para los ingleses, una importante fuente de información basada en las experiencias de las navegaciones interamericanas, lo cual aseguraba que se trataba de rutas prácticas que podían ser retomadas. Por ello, cuando Sharp regresó a Inglaterra, en marzo de 1683, entregó los mapas peruanos al monarca Carlos II, quien inmediatamente los remitió al cartógrafo William Hack para su traducción e impresión (Quinn, 1992: IX), hecho que fue narrado por Ringrose:
This Book, it seemeth, serveth them for an entire and compleat Wagenaer [Waggoner], in those Parts, and for its novelty and curiosity, was presented unto his Majesty after our return into England. It hath been since translated into English, as I hear, by his Majesties Orders, and the Copy of the Translation, made by a Jew, I have seen at Wapping (tomado de Howse y Thrower, 1992: 22 [Ringrose, 1682]).
Cabe señalar que la elaboración de los trabajos tanto de Ringrose como de Hack formaron parte de un momento en el que se transformaba la cartografía marítima inglesa. Durante el siglo XVI en Inglaterra se prestaba más atención a los tráficos locales, por lo que fue hasta el siglo XVII, cuando sus tratos por el Mar del Norte se ampliaron e incrementaron gracias al comercio de géneros asiáticos que establecieron con los holandeses. Además, los ingleses extendieron sus navegaciones luego de establecer sus primeros asentamientos en territorio norteamericano (1607), pues estos requirieron remesas diversas que llevaron a diversificar las rutas marítimas a las costas africanas para adquirir esclavos, así como a las de la India para participar directamente en los mercados asiáticos. Ese proceso de expansión fue acompañado de la evolución de la cartografía (Maeer, 2006: 6-10)10. En principio se reprodujeron y usaron los mapas holandeses elaborados en Antwerp y posteriormente en Ámsterdam, donde se representaban las regiones por las que las travesías inglesas comenzaban a dirigirse (Maeer, 2006: 7-9; Suarez, 2004: 78-88). Ejemplo de ese proceso fueron las traducciones que se hicieron al inglés de los viajes de Willem Schouten y Jacob Le Maire por Tierra de Fuego (1619) con los cuales se encontró una ruta alterna al Estrecho de Magallanes para pasar al Pacífico, del viaje de Abel Tasman por el Continente Austral que llevó al reconocimiento de lo que sería posteriormente Nueva Zelanda y Tasmania (1642), e incluso las traducciones que al neerlandés Peter Goos había hecho del viaje de Pedro Fernández de Quiroz y Álvaro de Mendaña por las islas Salomón (1568) (Suárez, 2004: 87-105). También se elaboraron atlas mundiales basados en modelos holandeses, como se ve con el trabajo de John Speed, The English Pilot (1627), y de una posterior edición de este, con la colaboración de William Fisher y John Thornton (1675); este atlas fue relevante ya que se le consideró el modelo a seguir de los mapas usados en las navegaciones comerciales inglesas durante el siglo XVII (Suarez, 2004: 105-109).
No obstante, esos materiales no siempre fueron útiles en las travesías, por lo que comenzaron a elaborarse cartas náuticas distintas que incluyeron los informes y registros hechos por los propios navegantes, lo cual paulatinamente permitió la conformación de una cartografía cada vez más independiente de la holandesa. Esa nueva cartografía era elaborada por fabricantes de mapas congregados en la Thames School, los cuales eran cartógrafos particulares, muchos establecidos a lo largo del Támesis, que desde fines del siglo XVI se dieron a la tarea de traducir y copiar mapas náuticos, la mayoría extranjeros, aunque paulatinamente añadiendo informaciones que les llegaban, con la finalidad de que los nuevos materiales fueran útiles en las travesías comerciales que se desarrollaban. Su labor inició hacia 1590 y se prolongó hasta 1720, cuando la monarquía británica ejerció mayor control en la elaboración de mapas. Estos eran un instrumento para su comercio y relaciones con el resto del imperio, así como una proyección de los lugares a los que se dirigían sus intereses (Thrower, 2002: 110; Maeer, 2006: 16-22). Los trabajos de Ringrose y Hack formaron parte de ese proceso de circulación de conocimiento. Ambos retomaron informaciones novedosas obtenidas durante las travesías (en este caso tras la obtención de los mapas peruanos) y fueron reproducidos para que sirvieran en las nuevas expediciones planeadas por el Pacífico.
Nuevos registros cartográficos sobre el Pacífico: el diario Ringrose
Al regresar a Inglaterra, Ringrose permaneció en Londres diecisiete meses, periodo en el que, al parecer, mantuvo contactos directos con Hack, a la par que elaboró su propio diario en el que narró la travesía comandada por Sharp; en él incluyó los mapas peruanos que había copiado y les hizo diversas anotaciones e interpretaciones sobre la información que aportaban. Ringrose llamó a su manuscrito “Wagoner [Waggoner]”, ya que era una descripción verbal donde se indicaban rutas a tomar durante las travesías, lo que evidencia que el diario de este bucanero fue más bien un derrotero donde se describían las costas americanas y sobre todo donde se mostraba la forma en que era posible transitarlas (Howse y Thrower, 1992: 38-40).11
El diario de Ringrose se compuso de 111 láminas y 166 páginas de manuscrito. Las representaciones que se incluyeron fueron ordenadas de forma similar a los derroteros peruanos; es decir, que fueron de norte a sur, desde la California hasta Tierra de Fuego.12 La mayoría de los mapas fueron copia de los peruanos, aunque en algunas de las costas representadas Ringrose añadió anotaciones con observaciones basadas en su propia experiencia; y en el caso de las zonas que no conocía se dio a la tarea de interpretar las informaciones contenidas en los mapas peruanos y señalar datos útiles como toponimias, indicios geográficos, a veces ubicaciones de los asentamientos (latitud y longitud), rosas de los vientos que señalaban los puntos cardinales, perfiles costeros, bajos que había que esquivar o bien señalamientos de los lugares donde las embarcaciones podrían proveerse de agua fresca, madera, tortugas o bien hacer reparaciones (Howse y Thrower, 1992: 41-43). Las notas de Ringrose están en inglés, aunque en ocasiones se retomaron nombres de algunos lugares en castellano, y por ello podemos encontrar indistintamente “port” o puerto, “gulf” o golfo, “bay” o bahía. En cuanto a la parte manuscrita, la cual va en hojas por separado y en inglés, en ocasiones sólo describe lo que se ve en el mapa y en otras incluye narraciones de lo que se sabía de las costas representadas.13 Esto hace probable que Ringrose conociese algunas de las fuentes inglesas que hicieron referencia a las costas americanas, lo cual no era del todo inusual pues otros navegantes de la época, como William Dampier, a quien además conoció Ringrose, también las conocían e incluso hizo referencia a algunas de ellas, como se ve cuando en su diario de navegación refirió los viajes de Drake y Cavensidh (Pinzón, 2011: 163). Esto evidencia cómo los mapas peruanos no únicamente fueron copiados, sino que se insertaron en las transformaciones cartográficas y en las síntesis de información que se hacía sobre el Pacífico, aspectos inherentes a la expansión marítima inglesa.
Las representaciones hechas sobre las costas novohispanas muestran lo anterior. Por ejemplo, en el mapa de la California, zona que Ringrose no transitó, se hizo mención del Cabo San Lucas, su ubicación y la distancia que había de este hacia la contracosta; al hacerlo se indicó cómo dirigirse de la Península al Cabo Corrientes y cómo de ahí se podía llegar a las Islas Marías, y desde ellas se señalaban las distancias que las separan de las bahías de Chamela (cerca de la cual estaba la ciudad de Colima) y La Navidad. De este último puerto se mencionó su ubicación (19º 20’ N), y que contaba con maderas que permitieron la construcción de algunas embarcaciones; incluso se indicó que en ese lugar se fabricaron las primeras naves que viajaron a las Indias Orientales (tomado de Howse y Thrower, 1992: 50-62 [Ringrose, 1682]).14 En el caso de Acapulco, se indicó que este puerto se ubicaba en 17º 15’ y desde él los españoles embarcaban diversas mercancías de México a China y Filipinas, lo cual era un privilegio peculiar que no tenían otros puertos. (tomado de Howse y Thrower, 1992: 66 [Ringrose, 1682]). Se explicaba, además, que en el lugar vivían alrededor de 120 familias y que su defensa dependía del castillo (que era el de San Diego), el cual contaba con 12 cañones y, en caso de que se le quisiera atacar, era improbable que hubiera gente que pudiera usarlos. Se mencionaba también que los soldados que defendían al puerto eran hombres condenados y llevados ahí con cadenas, donde esperaban la llegada de los galeones para remitirlos a Filipinas o China a servir como soldados en esas plazas (tomado de Howse y Thrower, 1992: 68-70 [Ringrose, 1682]).15
En cuanto a la información estratégica, de los alrededores de Acapulco se hizo mención del puerto Marqués, ubicado un poco más al sur y el cual contaba con elementos útiles para las embarcaciones, como agua y madera. Además, era una zona poblada por algunos indios que se dedicaban a la pesca, lo que evidenciaba que en cierta forma no había tanta vigilancia como en Acapulco (tomado de Howse y Thrower, 1992: 68 y 70 [Ringrose, 1682]).16 En cuanto a los mapas, las costas tanto de Acapulco como de Puerto Marqués fueron representadas por Ringrose, y estas imágenes posteriormente se recuperaron con muchas similitudes en el atlas de Hack, como se verá más adelante.
Huatulco también fue uno de los puertos descritos. De él se mencionó que era el punto desde el cual se mantenían contactos con Perú, aspecto relevante si se piensa que en esos momentos el comercio entre virreinatos estaba prohibido, pero que aun así se practicaba, en especial a través de naves peruanas, lo que evidencia la perspectiva del libro capturado (Pérez, 1992: 179-182; Pinzón, 2016: 343-362). Por otro lado, desde la mirada de los ingleses, Ringrose hizo mención de que Huatulco fue un lugar atacado por coterráneos que les precedieron, lo cual en cierta forma deja ver que también tenía noticia de viajes anteriores:
[Huatulco] is famously knowne by its being once taken by St. Francis Drake in the yeare 1579 who in the one house took a bushell of mony and also a second time taken & burnt by Sr. Thomas Candish in the yeare 1587 but it hath been alsaise famouse in being the port to wch. from Mexico they send all soch goods as they designe for Piru (tomado de Howse y Thrower, 1992: 74 [Ringrose, 1682 ]).
Es interesante la mención que Ringrose hizo de las costas de las Salinas y de Tehuantepec. Según explicó, esa área era usada por comerciantes locales para llevar, en barcas, géneros diversos desde el Mar del Norte a través del río Coatzacoalcos y, posteriormente, trece leguas por tierra hasta llegar al Pacífico. Así se describió esa región:
From Salinas to Tequantepeque river is 6 leagues. Thence to Mosquitos is 8 leagues all along shallow water, therfore keep at least 2 leagues off with a grate ship and send small boates in if you have occation. It is all low land (only the hill Carbon) in many places drowned. From Mosquitos to Vernal is 7 leagues (tomado de Howse y Thrower, 1992: 78 [Ringrose, 1682]).
Habría que reiterar que estas informaciones fueron de utilidad a los intereses de la corona inglesa, pues mostraron el tipo de travesías que se practicaban a lo largo de Mar del Sur, así como los espacios que sus navegantes podrían utilizar como escala.
Ringrose volvió a embarcarse rumbo al Mar del Sur, en octubre de 1683, en la nave Cygnet (de 180 toneladas y 36 hombres) a cargo del capitán Charles Swan. El viaje fue desastroso ya que en esta ocasión diversas poblaciones hispanoamericanas estuvieron atentas para rechazar cualquier incursión de los ingleses y evitar que se repitieran los saqueos previos, por lo que no fue fácil para estos conseguir bastimentos o botines. Luego de varios tropiezos, en febrero de 1685, la Cygnet llegó al río Grande de Santiago, en las costas de la Nueva Galicia, e intentó abastecerse. Pero su tránsito desde las costas centroamericanas fue seguido por diversos vigías costeros, por lo que se preparó una emboscada en Sentispac, donde murieron varios bucaneros, entre ellos Ringrose (Gerhard, 2003: 154-173; Howse y Thrower, 1992: 38-40). Lo más probable es que, tras su muerte, su diario fuera guardado como manuscrito; no obstante, una parte de él fue retomado, corregido y publicado en 1685, en el segundo volumen del libro Buccaneers of America, de Alexandre Olivier Exquemelin (Howse y Thrower, 1992: 32-40),17 quien en el prefacio explicó quién fue Ringrose:
Besides which point, both of Art, Curiosity, and Usefulness, we have given unto us here, by Mr. Ringrose, and exact account of many places in the South Sea; the very Draughts and maps of many Ports, Islands, Bays, Gulfs, Points, and Coasts, hitherto unknown to the greatest part of Europe; their appearance at Sea; their soundings, landings, and bearings; together with what variety of Winds and Weather, of Currents and Calms, and other Observations the Bucaniers experimented in those parts (Exquemelin, 1685: Preface).
La figura de Ringrose se ha desdibujado en la historia marítima del Pacífico, en especial, porque su diario completo no fue publicado en su momento. No obstante, la relevancia de su trabajo se reflejó en el uso que llegó a hacerse de él. Según explican Howse y Thrower, es posible que Ringrose llevara copias de su propio derrotero en su segundo viaje y que tras su muerte este cayera en manos de otros navegantes, aunque es algo de lo que no se tiene certeza (Howse y Thrower, 1992: 32-33). Sin embargo, hay algunos indicios que sugieren que el manuscrito sí fue utilizado, como se ve con el testimonio de William Dampier, quien mencionó que en una navegación posterior en la que participó por el occidente novohispano siguieron un “libro español” con el que contaban (Pinzón, 2011: 163), lo que hace plausible que aludiera a las notas de Ringrose. Lo que resulta evidente es que la experiencia e informaciones de ese bucanero fueron retomadas en el trabajo de William Hack.
Nuevos mapas para las navegaciones inglesas: el atlas de Hack
Cuando el libro de mapas españoles fue entregado a Hack, este elaboró un primer atlas en 1685 bajo el título A General Map of this following Spanish Manuscript Described by William Hack, el cual se entregó al monarca Carlos II. Cuando ese mismo año ascendió al trono Jacobo II, Hack cambió la dedicatoria del atlas y entregó al monarca una nueva versión que contenía ciertas actualizaciones basadas en las informaciones que continuamente llegaban a Inglaterra. (Howse y Thrower, 1992: 265-266). Posteriormente, surgieron nuevas ediciones con más cambios en los mapas.
Las versiones de este atlas que pudieron ser consultadas para este trabajo son dos. El primero se encuentra en el National Maritime Museum de Greenwich (1685)18 y el segundo en la John Carter Brown Library de Providence (1698). Ambas ediciones cuentan con cerca de 150 mapas y, en general, tienen la misma estructura. Una primera imagen general de las costas americanas de cara al Pacífico y, posteriormente, láminas individuales de cada costa ordenadas de norte a sur. En ambos mapas iniciales se señala el Ecuador y las latitudes Norte y Sur, aunque en los mapas individuales este dato no se indica. Cada mapa cuenta con rosas de los vientos señalando los puntos cardinales, la toponimia, una indicación de que la escala usada se basa en leguas inglesas y varios textos en inglés, señalando puntos específicos y en ocasiones aclaraciones sobre ellos. Estos últimos sobre todo son perfiles costeros o indicios geográficos como bajos, montes, pueblos con habitantes que pudieran comerciar o atacar, ríos para hacer aguada, entre otros. Ejemplo de ello puede verse en la representación de las costas que iban de Santiago a Colima en la Nueva España, zona de la que se señalaron montes, bahías, poblaciones y, sobre todo, un volcán activo que podría ser avistado desde altamar; este indicio era importante como referencia geográfica pues, según se indicaba en el mismo mapa, “es sabido que en ocasiones el humo puede verse a gran distancia” (Hack, 1698: s/p) (Figura 1).
Es importante señalar que, en la edición de 1685, se indicó que este atlas era una traducción del derrotero obtenido de la captura que el capitán Sharp hizo del navío Rosario,19 aunque es probable que se basara en el trabajo de Ringrose, ya que dicho atlas contaba con varias anotaciones similares a las del diario. Por otro lado, la parte manuscrita de la edición de 1698 es reducida y, más bien, se limita al señalamiento de lugares. Esto no era extraño pues, como explica Akerman, en los atlas elaborados hacia el siglo XVII fue dominando la imagen sobre el texto y este en ocasiones llegó incluso a desaparecer (Akerman, 2012: 22-23).
También hay variantes en cuando a los límites de ambos atlas. En la edición de 1685 las costas más septentrionales son las de Mazatlán y no se incluyó a la California, mientras que el registro más meridional llega a la Patagonia. Por su parte, la edición de 1698 abarca regiones más amplias pues hacia el norte se registra la península californiana, y hacia el sur se incluyen Tierra del Fuego y algunas islas del Atlántico, como son las Saint George (actuales Georgias del Sur o Sandwich del Sur, ubicadas al sureste de las Malvinas). Además, se abre una perspectiva mayor del Pacífico, pues se señalaban varias islas, entre ellas la parte oriental de la Nueva Holanda. Esto hace suponer que, mientras que la primera edición se apegó más a la información aportada por los mapas peruanos y a Ringrose, la segunda incluyó las nuevas informaciones que aportaban otros navegantes ingleses, lo que permitió ampliar el alcance de las representaciones aunque se redujeron las descripciones escritas (Figura 2). Al respecto Howse y Thrower explican que desde la edición de 1687 se amplió la perspectiva del atlas y se incluyeron informaciones del Caribe, las islas Galápagos, las Pepys, las Falklands, el estrecho de Maire y las islas Juan Fernández (Howse y Thrower, 1992: 265-266), lo cual también puede verse en la edición de 1698 e, incluso, el título de este atlas se modificó y se indicó esa perspectiva más amplia: An Accurate Description of all the Harbours Rivers Ports Islands Sands Rocks and Dangens between the Mouth of California & the Straihts of Le Maire in the South Sea of AMERICA as allso of Peyps’s islands in the North Sea near to the Magellan Straghts (Hack, 1698).
Figura 2
Mare Pacificum (Hack, 1698: s/p John Carter Brown Library Codex Z 6 / 3-SIZE). El primer mapa de este atlas puede verse, en línea, en el el sitio web de la John Carter Brown Library: http://jcb.lunaimaging.com/luna/servlet/detail/JCB~1~1~5709~115902707:-Table-of-Contents-?qvq=q:hack&mi=3&trs=9
En cuanto a las costas novohispanas, en ambos atlas las representaciones de estas son muy similares aunque, como se dijo antes, se hicieron ciertas adecuaciones y sobre todo la parte manuscrita se redujo. Así, por ejemplo, en el caso de Acapulco, Ringrose había anotado detalladas descripciones del funcionamiento del puerto, pero en el mapa de Hack de 1685 sólo se incluyeron datos de ubicación, que fueron los siguientes:
The port of Acapulco lies in the lat of 17º15’N (Hack, 1685: s/p)
En el caso de la edición de 1698 esta información manuscrita se omitió, aunque la imagen del litoral, del perfil del puerto y de las costas aledañas, son muy parecidos a la versión anterior (Figura 3).
Caso similar fue el de Huatulco. Ringrose había mencionado que era el punto desde donde se mantenían contactos con Perú. De manera resumida, Hack retomó lo anterior y en su versión de 1685 mencionó que ese puerto “es el embarcadero hacia la parte sur de México” (Hack, 1685: s/p). En la versión de 1698 no se indicó lo anterior y más bien se aportó información más práctica para los navegantes, como fue explicar que era bien sabido que no se podía distinguir la boca de la bahía hasta que se estaba a media legua de ella debido a las montañas que la rodeaban, lo que hace suponer que esta anotación se dirigía a prevenirlos del cuidado que debían tener en esa zona. Y en ese sentido también fueron relevantes las menciones que se hicieron de costas aledañas, como en el caso de los puertos Ángel y Caleto, donde se podían encontrar amplias bahías pero carentes de buena madera o agua fresca, por lo que no convenían como puntos de escala (Hack, 1698: s/p). De la Ventosa se explicó que se debía tener cuidado en esa zona por los fuertes vientos que la azotaban y de los cuales venía su nombre. En la versión de 1685, de Tehuantepec sólo se indicó su ubicación (Hack, 1685: s/p), pero la de 1698 fue más detallada y se dieron mayores referencias que se notan más estratégicas que descriptivas:
From the port & bay of Mosquitos to mount Bernall is 7 leagues from this mount begins the Gulf of Tehuantepeque, this Gulf extended by land 40 leagues to the other side of the City of Guatulco: this mountain stans in 15º20’ 11”latt (Hack, 1698: s/p).
Nuevamente se puso énfasis en mostrar al río Tehuantepec y su proyección hacia tierra adentro, aunque Hack no retomó lo dicho por Ringrose sobre las comunicaciones interoceánicas que se practicaban en la zona (Figura 4).
De cualquier forma, es evidente que el trabajo de Hack evolucionó, y de apegarse al libro de mapas español y a los registros de Ringrose, paulatinamente redujo las narraciones e incluyó informaciones más prácticas a las navegaciones. Además, extendieron la mirada hacia mar adentro y hacia las conexiones con el Mar del Norte. En dicho proceso, los trabajos de Hack jugaron un papel relevante en el conocimiento geográfico que se gestaba en el seno de la monarquía inglesa y, en los distintos momentos o ediciones del atlas, se evidenció cómo se ampliaron sus intereses sobre el Pacífico y crearon una imagen de ese espacio marítimo en el marco de su creciente poderío naval, comercial y cartográfico.
Conclusiones
Como ha podido verse, los trabajos de Ringrose y Hack no únicamente mostraron los avances ingleses por el Mar del Sur, sino que formaron parte de la transformación cartográfica que se gestaba en la Gran Bretaña. Debido a las crecientes navegaciones inglesas se hizo necesario depender menos de los mapas neerlandeses y elaborar una cartografía propia que respondiera a las necesidades de las nuevas exploraciones, además de mostrar los alcances de esas travesías. Dicho cambio, en gran medida, dependió de las informaciones acopiadas por los navegantes y, en ellos, los mapas peruanos jugaron un papel relevante, pues aportaron datos (detallados y prácticos) sobre el Pacífico americano, como se vio en los trabajos de Ringrose y Hack.
En ese proceso de cambio y de circulación de conocimiento, los miembros de la Thames School fueron muy importantes. Bajo su responsabilidad integraron las informaciones acopiadas en los viajes y elaboraron los nuevos mapas requeridos. Mientras que Hack perteneció a ese grupo, Ringrose fue un informante que aportó datos diversos derivados tanto de sus experiencias como de las notas que tomó de los mapas peruanos. Los trabajos de ambos personajes derivaron en una representación del Pacifico en la que se narraba y proyectaba la creciente presencia de los navegantes ingleses. La información aportada en esos trabajos no fue estática, sino que evolucionó conforme se hizo necesario y por ello pasó de una descripción apegada a los mapas peruanos a un atlas más sintético de las costas americanas y de las travesías que en torno a ellas podían realizarse, es decir, los trabajos transitaron de lo narrativo-anecdótico a las representaciones más prácticas y útiles a las navegaciones.
Los trabajos de Ringrose y Hack son reflejo de un momento coyuntural en las expediciones, nuevos conocimientos y visualizaciones que sobre el Mar del Sur se incrementaban y que, paulatinamente, lo convirtieron en un espacio de creciente interés para las monarquías europeas, así como un tema de discusión en el conocimiento geográfico de la época.